martes, 19 de julio de 2016

EL DIABLO ANDA SUELTO



Hay quien dice que el “diablo está suelto” y aunque no creo demasiado en su existencia, últimamente me da por pensar que va a ser verdad.

Pero realmente es el diablo o es ese ENTE del que sabemos que existe y de los  que nadie habla …no vaya a ser

Hace algún tiempo, una persona me dijo, que gracias a ellos yo vivía confortablemente, que gracias a la desgracias de otros yo podría estar tranquila. No hay recursos para todos, volvió a decirme. ¿Qué te parecería que tu familia empezará a carecer de alimentos básicos?. No hay recursos para todos, repitió de nuevo.

Quedé desconcertada, no me lo creí, estamos en el siglo XXI ¿cómo podía ser?. Me negaba a reconocer que para tener una vida más o menos acomodada, había gente que durante toda su vida carecería de todo.

Volví a buscarle y volvimos a hablar. No te creo le dije, es imposible. Algo descolocado me miró con esos ojos negros, profundos y fríos. ¿No sé de qué hablas?. Escucha, no me molestes más, terminó diciendo mientras no dejaba de mirar su gran pantalla con gráficos inteligibles para mí.

Me disponía a marcharme, cuando él me ordenó que cerrara la puerta y me sentara. No tuve valor para decirle que ahora, a la que no le interesaba hablar era a mí.

Con su pose de padre conciliador me dijo. Vamos a ver alma de cántaro ¿tú sabes quién somos nosotros?, lo mire y negué con la cabeza.

Bueno, a ver cómo te lo explico, volvió a decirme, mientras se acomodaba en su confortable sillón de cuero y miraba  de nuevo a su gran pantalla. Creo que puedo perder diez minutos en explicártelo.

No era capaz de relajarme, no quería estar allí, quizá fuera ese perfume tan carísimo que se gastaba, quizá esa postura tan paternal, no  lo sé, pero sabía que era yo la que no aguantaría diez minutos más con él.

Veras, para que te hagas una idea general  somos los que movemos el cotarro. El cotarro repetí sin darme cuenta. Si, y abriendo mucho sus ojos dijo de nuevo, el cotarro mientras se levantaba de su lujoso sillón, quizá para enseñarme sus zapatos hechos a mano, o porque necesitaba estirar las piernas.

Ay,ay, ay, veo que no te enteras y no es un reproche, continuo diciendo con su eterna cara paternal, es normal,  y volvió a su sillón.

Somos los que movemos los hilos, somos los que decidimos quien gobernara o a quien derrocamos. Lo entiendes ahora.

No, le dije alzando un poco la voz. Aquí no, decidimos nosotros, vivimos en un país democrático, deciden los ciudadanos, vosotros no pintáis nada aquí.

El tono que emplee no le gusto,  la cara  paternal desapareció, sus ojos negros empezaron a empequeñecer y dándome la espalda y con cierta sorna dijo: Nosotros somos los llamados grupo de presión, nuestra misión es defender los intereses de nuestras empresas, sabemos en qué momento del proceso legislativo tenemos que intervenir. Es cierto que para  vosotros, no existimos y la verdad que tampoco nos importa. Nuestro objetivo es seguir acumulando poder.

Ilusa le pregunte ¿ Hablas de Lobbies?

Buena pregunta me dijo, ¿Qué sabes tú de eso?, y saltó de nuevo de su sillón poniéndose detrás de mí.

Nerviosa le conté que había oído hablar de los lobbies financieros, energéticos, farmacéuticos. ¿Y qué más? preguntó de nuevo. Que no son un grupo únicamente que son muchos grupos distintos pero con intereses similares.

Exactamente. Somos muchos y cambiamos algunas leyes en nuestro interés. Hay veces que tenemos que recurrir al “recuerdas cómo ganaste las pasadas elecciones”.

Chantajeáis. No, y lanzó una risotada. Les recordamos quien lo ha puesto ahí, nada más. Pero ¿algún día se puede dar la vuelta a la tortilla, lo has pensado?. Es muy difícil que un político reconozca que sufre presiones por nuestra parte,  además,  mientras el ser humano siga siendo egoísta, quiera llegar a lo más arriba y crea que es él quien dirige y a nosotros nos convenga, no habrá problemas.

Tus diez minutos se han acabado. Pulsó un botón y apareció Carmen, impecablemente vestida, que me acompañó a la salida, ofreciéndome 50 euros para que tomase un taxi atención de la casa, dijo.

Cogí el dinero, pero no tomé el taxi, había una boca de metro al lado, y cuando bajaba las escaleras, pensé en esas sandalias tan bonitas, y al mismo tiempo trataba de justificarme diciéndome, si no los hubieras cogido tú, habría venido otro que lo habría hecho.


 


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