miércoles, 17 de abril de 2013

MARI LOLI


Tengo un amiguete que hace ya algún tiempo fue noviete tuyo, no sé si te acordarás, él, aunque dice que sí, pues no tuviste  demasiados, líos muchos, pero novios, dice que pocos, y me da permiso para llamarte  Mari Loli que es cómo te recuerda.

Mari Loli, la estas armando buena, entre los despidos diferidos (¿eng?, te ruego perdones mi ignorancia pero soy de las que no entendió nada de nada), los nazis, totalitaristas, etarras  y dictadores, te estás llenando de gloria, ¡¡hermosa!!!.

A mi entender, lo  primero que tienes que hacer es aclararte o son nazis o etarras, las dos cosas Mari Loli  no pueden ser.

Mari Loli, me das pena, mucha pena, creo que sólo os queda el recurso de la “pataleta”, sabes como yo, que su causa está mas que justificada, de verdad  no sabes lo que dices, no, no lo sabes, y nuestro amigo en común piensa lo mismo, no te vayas a creer.

No entiendo que no os podáis poner en la piel de esas personas, que después de toda una vida trabajando, en algunos casos, de la noche a la mañana la expresión “vivir debajo de un puente” empieza a tener sentido para ellos.

Mari Loli  los nazis, eran o son  asesinos, igual que los dictadores,  los totalitaristas sois vosotros, a ver si nos vamos entendiendo. Cómo podéis toda tu camarilla y tu Mari Loli permitiros utilizar  esos adjetivos con un grupo de personas que están luchando,  por una ley inadecuada, coño (ay, ay perdón, que me acaloro) que hasta Bruselas les ha dado la razón.

Mari Loli, me imagino lo incomodo que debe ser, salir de casa o entrar me da igual que me da lo mismo y encontrar a una “purrela” de gente, en la entrada de tu "hogar", perdón, vosotros tenéis "domicilios". Debe ser difícil explicar a esos niños vuestros, mientras salen o entran en vuestros domicilios, uniformados y van o vienen del cole, que hacen esos señores ahí, porque chillan, porque llevan pegatinas verdes y porque algunos de ellos lloran. Es cierto debe ser muy complicado.

Mari Loli, pero imagina también, como esas personas, tuvieron que explicar a los suyos (niños), que tenían que irse de casa, imagínatelo, aunque sólo sea un minuto. Imagina la cara de esos niños, imagina cómo papá y mamá perdieron sus trabajos, imagina que los ahorros poco a poco se esfumaron en pagar la hipoteca, imagina cuando llega el personal del juzgado comunicarles que tienen que abandonar su vivienda, imagina cuando esa familia tiene que abandonar definitivamente “su hogar” imagina la primera noche de esos niños no se sabe dónde, imagina las palabras de papá y mamá diciéndoles, tranquilos, tenéis que estar tranquilos y darse la vuelta para que no vean sus lagrimas en sus ojos, francamente Mari Loli  ¿no se te remueve nada por dentro?.

Mari Loli, habláis de lo desconcertante que es, encontraros a esos grupos de personas; habláis de intimidad, habláis, bla, bla bla. Pero ¿es justo que una familia se quede sin trabajo? ¿es justo que LA FANTASÍA  de cierto partido, por cierto, el tuyo, creara esa ENORME burbuja inmobiliaria y que cómo de costumbre la paguen los de “siempre”? ¿es justo el acoso al que las entidades bancarias los tiene sometidos? ¿es justo que las entidades bancarias, sigan enriqueciéndose, mientras el país está a punto de "petar"?

Mari Loli, no te molesto más, pero  me gustaría que pensarás quien son realmente “los nazis” ¿quien está asesinándonos poco a poco? ¿quién nos está haciendo día a día la vida más y más difícil? ¿quién poco a poco nos va acorralando? ¿quién no ha aprobado, ni un solo artículo de la ILP en el día de hoy? y eso que llevaban más de millón y medio de firmas ¿quién son los totalitarios?

Por cierto,  mi amiguete te manda muchos recuerdos…

miércoles, 10 de abril de 2013

AURORITA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS


Cuenta la leyenda que Aurorita vivía en un gran país, un país alegre, un país luminoso, un país donde se respiraba simpatía, donde en pocas horas pasabas de esquiar a bañarse en sus cálidas AGUAS MARINAS, un país donde la gente derrochaba simpatía por sus cuatro costados, su país era Piel de Toro.

Pero de un tiempo para acá, el país Piel de Toro, se había convertido en un país triste, cuentan que la gente perdía sus trabajos, cuentan que perdían sus viviendas, cuentan que los enfermos morían, a los niños ya no se les vacunaban, cuentan que se había puesto del todo imposible estudiar. Poco a poco se fue convirtiendo en el país corrupto, donde por lo visto se habían perdido los principios, donde se había perdido toda credibilidad política, donde nadie tenía ninguna clase de responsabilidad, donde gran parte de ellos eran “presuntos” ladrones. Ya no era un país alegre, la luz que impregnaba toda la Piel de Toro, se tornaba grisácea como la de sus habitantes, Lorenzo (Rey Sol) ya no le dejaban brillar (los recortes habían llegado hasta él).

Aurorita se levanta como cada mañana, desayuna, se lava los dientes y se ducha, siempre la misma rutina, pero esa mañana se mira más atentamente al espejo de su baño y nota que su cara hoy, ésta más grisácea que de costumbre, vuelve a fijarse y vuelve a darse un poco más maquillaje, el color no se va, finalmente decide que debe ser la luz del baño, la que le hace tener ese aspecto.

Una vez en su vestidor, busca la ropa que va ponerse, se fija de nuevo en el espejo que hay dentro , observando, que su cuerpo también ésta más grisáceo, pero no quiere darle importancia, busca su falda pantalón un suéter de cuello alto y sus botas de marca, comienza a vestirse, no tiene prisa hace tiempo que ya no la tiene, pero no ha perdido la costumbre y se viste en un "pis pas" cuando termina de abrocharse las botas, cree perder el equilibrio apoyándose cómo en muchas ocasiones en su gran espejo. Posa la mano para no caerse, se ve de nuevo reflejada en su salvavidas y nota que su color de cara ahora es diferente, observa sus manos ya no están grisáceas, toda ella ha cambiado. 

Sale a la sala principal de su pequeño piso y la luz impregna toda la sala, abre las ventanas, corre una brisa suave y cálida, mira hacia arriba y su amigo “Lorenzo” luce cómo nunca. Termina de arreglarse y de nuevo se mira en el espejo pero ésta vez en el del baño, no puede creer lo que ve. No espera más y sale a la calle bajando los escalones de su vivienda de dos en dos, no sabe lo que ha sucedido.

Una vez en la calle, lo primero que recibe nuevamente es un “bofetón” de aire cálido y la bienvenida de un sol radiante, le choca ver a toda la chiquillería del barrio jugando en la calle a juegos que a ella le traen recuerdos de su pasado (balón prisionero, cuerda, saltar a la goma, el rescate, el escondite inglés, bicicletas) se siente bien, pero a la vez desconcertada, dirige sus pasos, hacia el gran parque que hay cerca de su pequeña vivienda y vuelve a encontrar lo mismo, los niños juegan, ríen, chillan, son felices. La gente más mayor, parece igualmente feliz, hablan unos con otros, juegan con sus hijos, otros juegan con sus perros y otros simplemente están sentados en el césped leyendo el periódico o simplemente mirando a su alrededor, se respira tranquilad, se respira armonía, se respira felicidad.

Sigue andando, sin prisas, deteniéndose a mirar como unos niños han pintado a tiza un circuito de carreras en la acera y se disponen a echar una carrera a las chapas, se para de nuevo para observar con otros dos pequeños juegan con sus pequeñas raquetas al tenis y ella sigue sin prisas, sigue andado, no sabe hacia dónde se dirige, pero ésta vez no la importa, quiere impregnarse de tanto calor como pueda, quiere seguir viendo caras felices, no tienes prisa se repite una y otra vez, disfruta de todo esto.

En algún punto de ese maravilloso paseo, le llega el sonido de la música, de aplausos, de risas y sin pensarlo dos veces, se dirige hacia allí. Hay mucho bullicio, ve a la gente como salta, canta, bailan y no tarda en acoplarse, salta, baila y canta, no sabe que festejan, pero no la importa, se uno a ellos, les mira y la miran, les sonríe y les sonríen, está contenta, no sabe muy bien porque, pero no la importa.

Alguien la toca el hombro y con la mano le indica que le acompañe, no le conoce, no hace preguntas, se limita a seguirle. Una vez fuera del recinto, le pregunta ¿qué tal te lo estas pasando Aurorita?, se sorprende, y a manera de respuesta Aurorita le contesta con otra pregunta. ¿Me conoces? , él sólo la mira, continuemos, nos están esperando. Y vuelven a ponerse en marcha ¿por qué te abrigas tanto? ¿tienes frío?. No la deja responder, no puede dejar de mirarle la espalda, tiene unas piernas largas y la deja atrás, intenta ponerse a su altura y vuelve a preguntarle ¿por qué sabes mi nombre? ¿a dónde vamos? ¿puedes bajar el ritmo? apenas puedo seguirte … Por toda respuesta recibe un “follow me” llegamos tarde, ¿tarde a donde? Por unos instantes sé detiene ,se da la vuelta y la dice, quieres venir ¿sí? o ¿no?. 

Por sus cálculos han caminado más de una hora, las zancadas de él a medida que se van acercando, son cada vez más grandes, y Aurorita hace grandes esfuerzos para no perderle, de vez en cuando “patas largas”, se detiene y sonriéndole, le hace un gesto con la mano para que le siga. No sabe dónde se dirige, no sabe su nombre, no sabe quién es, pero continua caminado detrás de él, no le importa, sabe que nada malo la puede suceder…

Llegan a una especie de nave en medio de la nada, Aurorita, no sabe donde ésta, no es capaz de ubicarse. El hombre “patas largas”, le hace una señal para que entre, su vista se resiente, la cuesta fijar la mirada, la nave está más oscura de lo normal, pero poco a poco los ojos empiezan a reaccionar y comienza a observar a su alrededor, no tiene miedo, está tranquila, algo no habitual en ella. Se fija en las enormes mesas rectangulares, hay tres, dispuestas en paralelo, pareciera que fuera a celebrarse un banquete.

Aurorita avanza lentamente, mirando a las personas de su alrededor, todas les sonríen y le dan la bienvenida, alguna de ellas le ofrece una botella de agua, lo que agradece, otra le da una toallita impregnada de algo parecido a la colonia, llevándosela de inmediato a la cara llena de sudor. Sigue caminado y sigue observándoles, son personas como ella, no hay nada raro en ellos.

Ella, no deja de seguir a “patas largas”, ahora no debe perderle se dice. El hombre se detiene cerca de una mesa redonda, aparta uno de los sillones y le indica que se siente, ella le mira, y él sonriendo, le retira el sillón y le pide por favor que se siente. Aurorita, se sienta, se pone todo lo cómoda que puede, y espera, no sabe muy bien a qué o a quién.

No se atreve a girarse, se limita a mirar de reojo a “patas largas” que se ha sentado a su lado, mira al frente y empieza a ponerse algo nerviosa, tranquila, tranquila, ya no falta mucho le dice “patas largas” sin mirarla. Cuando de repente no sabe de dónde salen siete personas, caminan despacio, caminan sin prisa, vienen conversando, se paran y gesticulan y vuelve a ponerse en camino, no tienen prisa. Una vez que se encuentran enfrente de ella y de “patas largas”, se sientan, la luz se hace más clara, una de los paneles de la nave se ha abierto y entra el sol, ese Rey Sol que a Aurorita tanto le gusta, pero ésta vez, a ella sólo le interesa saber el motivo de haberla llevado hasta allí. Ésta desconcertada, no sabe porque, pero se ha desilusionado ¿qué hago yo aquí sentada con siete ancianos? Uno de los ancianos, sin más la mira a la cara y con una media sonrisa le dice ¿te ha gustado lo que has visto?, ¿sabes por qué estás aquí?.

Ella, no responde, sólo los mira, y sin poder controlar su cabeza, les pregunta ¿quién sois? ¿qué queréis de mi? En esta ocasión, es otro de los ancianos el que toma la palabra. Estas ante el Consejo de Sabios del País.

Le tiemblan las manos, sus ojos , hablan de la experiencia ya vivida. Aurorita, no puede dejar de mirarle y en su cabeza se le apelotonan las preguntas. Quieren que le hablen quieren que le expliquen, pero no se atreve, en su cabeza sólo retumba una frase “Somos el Consejo de Sabios del País”, no puede creer lo que la está sucediendo. Por fin otro de los sabios toma la palabra, Aurorita sale de su ensimismamiento y escucha con atención.

Verás Aurorita y la voz suena tranquila, sin prisa, nosotros hace algún tiempo estábamos como los habitantes de Piel de Toro “grises”, no teníamos ganas de reír, no teníamos ilusión, no teníamos ganas de luchar. Es cierto que algunos grupos lo intentaban pero ganaban alguna “batalla” no la guerra. Así que un día estos amigos y yo mismo decidimos que ya era hora de plantar cara, de explicar a los habitantes de este país, que podrían cambiar de color si ellos lo intentarán, que se podía. No hubo gritos, no hubo pancartas, ni tampoco mítines, nos reuníamos al principio en pequeños grupos y estos a su vez fueron trayendo más y más gente. 

Nuestras criterios, toma la palabra otro de los ancianos, querida amiga, estaban o mejor dicho, están basados en nuestra experiencia, en no tener necesidad ninguna de brillar, de saber transmitir calma y sobre todos mucho sentido común, es importante que lo recuerdes. 

Aurorita, reacciona y se le ocurren muchas preguntas, ¿cómo salisteis de todo eso? ¿cómo volvisteis a vuestro color original? ¿qué puedo hacer yo? Los ancianos se miran entre si y por fin se oyen risas, se vuelven a mirar y alguno de ellos dice, vaya, ¿así qué puedes hablar? y vuelven a oírse risas.

No hay un ¿qué puedo hacer yo?, no es una labor individual, es una labor de todos vosotros, ha de haber unión, hay que poner ganas en querer salir, hay que saber decir basta ya!!. Nosotros lo hemos conseguido, nos ha costado, pero ha salido bien, buscar vuestro Consejo de Sabios, en el que no haya banderas, ni colores, que os enseñe y lo importante es que os dejéis enseñar, tú misma has comprobado que funciona.

Aurorita, vuelve a su casa, está cansada, pero a la vez entusiasma, y decide que desde mañana se dedicará a buscar ese “Consejo de Sabios” que tanta falta les está haciendo. Una vez en la cama cierra los ojos y a su mente le viene una estrofa de una vieja canción …En algún lugar sobre el arcoíris, los cielos son azules, y los sueños que te atreves a soñar, se hacen realidad (Somewhere over the rainbow) 












miércoles, 3 de abril de 2013

CARMINA

Hace más o menos un mes comencé a escribir la historia de Carmina, no sé si lo recordáis, aquí os dejo la segunda parte, esperando  que os guste tanto cómo la primera.

2ª PARTE

JAVIER.
Es feliz en la Aldea, después de la separación decidió pedir en el Banco el traslado a A Coruña. Desde muy joven comenzó a trabajar allí, primero como auxiliar administrativo, para pasar más tarde a oficial y terminado como responsable de una sucursal en el barrio de Salamanca. 

Javier es una persona que ha ido poco a poco subiendo peldaños, se casó muy joven con Carmina su novia de toda la vida, fue padre también muy joven y recuerda como preparaba los parciales mientras mecía la cuna de Javier (el mayor) y como apenas quince meses después vino Inés y él seguía preparando sus exámenes finales y ayudando a Carmina a cambiar pañales.

Dos años más tarde vino Pablo y fue ahí cuando flaqueo en la carrera, cansado le hablo a Carmina de dejar de estudiar, pero ella no le dejo, le ayudo, se llevaba a los niños a la calle, al parque para que él pudiera estudiar un rato a solas, le pasaba los apuntes a máquina, cuando ella acostaba a los niños, se sentaba con él y le pedía que le explicará lo que estuviera estudiando en esos momentos, pensaba que así le ayuda a memorizar y así fue como llego el día de su Licenciatura en Económicas y Ciencias Empresariales Él enmarco el Diploma de su carrera y se lo regalo a Carmina el día de su aniversario de bodas (todavía hoy, cuando lo recuerda no puede dejar de fantasear con “su” Carmina).

Recuerda también lo bien que lo pasaron ese año en las vacaciones de verano allí en la Aldea, sin estudiar, disfrutando de sus hijos de amigos y de Carmina, cómo disfrutaba de Carmina, esos paseos al atardecer, los planes a futuro, y su risa, tan contagiosa, estaba preciosa, radiante, estaba orgullosa de él, y por primera vez en su vida Javier, también se sintió orgulloso de él.

No es capaz de recordar como conoció a Carmina, eran vecinos de la aldea de toda la vida, no es capaz de recordar cómo se hicieron novios, tampoco es capaz de recordar la primera vez que la beso, pero sí que era capaz de recordar la primera vez que hicieron el amor en la “playa nudista” a pocos kilómetros de donde ellos vivían, recuerda el cuerpo de Carmina temblando debajo de él, recuerda como cerraba los ojos por la vergüenza que sentía y cómo él trataba de tranquilizarla murmurándole toda clase de palabras cariñosas y llenándole de besos por las partes de su cuerpo, un cuerpo terso, un cuerpo firme, un cuerpo virgen.

Se sorprende recordando esos instantes de intimidad mirando a su hijo Pablo mientras este le prepara un suculento plato, le mira y no puede dejar de mirarle es una fotocopia de Carmina se dice.

Javier sabe que ha llegado el momento de hablar con su hijo menor, sabe que debe hablar con él, se lo debe. Pero decide que lo hará una vez hayan finalizado de cenar, Javier siempre se ha preocupado mucho de los chicos y hasta reconoce ser algo posesivo con ellos. A él le hubiera gustado que los tres hubieran ido a la Aldea a vivir con él, pero nunca se atrevió a pedírselo, sabía que ellos, tenían unas vidas todavía por vivir, y, como en tantas ocasiones hizo caso del consejo de Carmina “dejarlos volar fuera del nido”, aunque sonríe para sus adentro y piensa “los chicos siempre están por aquí” sino es Javier, es Inés y sino Pablo, pareciera que entre los tres existiese un pacto.

Una vez concluida la deliciosa cena que Pablo había preparado, y cómo si supiera que el padre tenía algo que contarle, rompe el incomodo silencio, a bocajarro, le mira a los ojos preguntándole ¿qué pasa papá? ¿qué es lo que te preocupa tanto? 

Javier se sorprende, no esperaba que fuera él quién hablara primero, contestando con un simple “nada”, no sucede “nada”, pero Pablo es como Carmina e insiste ¿qué pasa papá? 

Javier, no aguanta su mirada, de repente siente calor, ha empezado a sudar. Se levanta de la mesa, con la escusa de ir a buscar un café. Pablo no se ha movido de la mesa, sigue mirándole y a Javier no le gusta, quiere que le deje de mirar de esa manera, aunque se encuentra vuelto de espaldas sabe que le ésta mirando, con esos ojos tan profundos, y a la vez tan tiernos. Toma aire se gira, le mira,  y finalmente sonríe “o eu bebé”, no pasa nada, no pasa absolutamente nada... ¿cómo quieres el café?.

Pablo, decide, no preguntar más, sabe, que si insiste demasiado, terminaran discutiendo y se encuentra tan a gusto que prefiere aceptar el café, sentarse cómodamente en el sillón junto a su padre y discutir por el programa que van a ver en la tele.

Mientras discuten por el programa de televisión que van a ver esa noche, Javier no deja de pensar en las preguntas que hace unos pocos minutos seu fillo le acaba de hacer, no puede dejar de pensar cómo afrontar la conversación que tiene pendiente con Pablo desde hace 5 años, una y otra vez se dice que ésta vez hablará con él, pero una y otra vez la conversación queda pendiente.

Esa noche suena el teléfono fijo de la casa, es tarde, tanto Javier como Pablo se sobresaltan y salen corriendo a la otra punta del salón a cogerlo, es mamá dice Pablo, Javier le pregunta nervioso, ¿qué pasa?, ¿le pasa algo a los chicos?, ¿le pasa algo a tu madre? Pablo le mira alzando las cejas, indicándole a la vez con la mano que espere que le dé tiempo a preguntar, pero Javier no sé resiste, le arrebata el teléfono a su hijo ¿Carmina qué pasa?...