domingo, 15 de junio de 2014

TODA UNA VIDA QUE VIVIR

Tardan mucho, se decía mientras miraba por el gran ventanal del salón. ¿Les habrá pasado algo?, se preguntaba. Cuando los llame la semana pasada,  me aseguraron  que vendrían  y que traerían consigo a sus hijos.

Hoy era su cumpleaños, hoy cumplía 75 años, se había comprado para la ocasión, un bonito vestido rosa palo, había bajado a la peluquería, donde según Marta la peluquera de la Residencia  le había quitado de un plumazo diez años.

Estaba arreglada, estaba maquillada, estaba perfumada, estaba como siempre con ese aire de elegancia tan característico en ella, estaba esperando y no la gustaba, miraba su reloj de pulsera, mientras sostenía entre sus manos su teléfono móvil de alta generación, preguntándose una y otra vez el porqué de la tardanza de sus hijos.

Elisa, siempre fue una  mujer muy independiente, viuda desde  muy joven, nunca quiso casarse de segundas, con una vez vale, les decía a sus amistades, no volveré a cometer el error de casarme, tengo una vida que vivir.

Había tenido dos hijos Carlos e Isabel se llevaban poco tiempo, eran dos niños muy bien educados, habían estudiado en los mejores colegíos de Madrid y de Inglaterra. Los dos tenían sus respectivas carreras universitarias,  él Doctor en Derecho  y ella Ingeniero Informático.

Pronto empezaron a trabajar, los hermanos se llevaban bien, siempre juntos , todavía Elisa recuerda cuando sus hijos decidieron marcharse a Estados Unidos, a Isabel le ofrecieron una beca en uno de los Centros más importantes de San Francisco y Carlos sin pensárselo la acompaño, estuvieron cerca de tres años viviendo allí, a raíz de la gran crisis decidieron volver a España, trayéndose consigo sendas parejas, Elisa, sabía de las bodas de sus hijos, sabía que tenía dos nietos Anita y Stuart, pero ella nunca tuvo tiempo de viajar a San Francisco, tenía una vida que vivir.

Tardan mucho, continuaba diciendo sin dejar de mirar  por el gran ventanal del salón. Les a tenido que suceder algo, arreglándose una vez más el recogido. Fue entonces cuando Elisa decidió, acercarse a la recepción y preguntar si tenían algún mensaje de sus hijos, lo siento señora Martin de Leal, no tiene ningún recado, le dijo la amable recepcionista.

Una débil idea se le paso por la cabeza. “No van a venir”, pero enseguida la descarto, afirmando van a venir soy su madre y abuela, hoy cumplo 75 años volviendo al gran salón, volviendo  a mirar por el gran ventanal de la Residencia, diciéndose una y otra vez “vendrán” “claro que vendrán”.

Le dolían las piernas de estar en pié y decidió sentarse en una de las butacas, sin  perder de vista el jardín. Y sin saber muy bien porque, empezó a recordar  sus anteriores cumpleaños. Recordó  cómo se llenaba de gente su casa de Somosaguas (escritores, pintores, actores de cine y teatro, hasta videntes) era uno de los fines de semana más maravillosos. "La crème de la crème" contaban las revistas de cotilleos. Catering exclusivos, vinos de categoría, música en vivo, hasta un año hubo fuegos artificiales regalo de uno de sus invitados de Marruecos, recordaba los diferentes tipos de regalos que recibía y que ella, también ofrecía a sus invitados.

Recordó que muchos de ellos eran compañeros de viaje. Recordó lo bien que se lo pasaban en invierno cuando iban a esquiar a Suiza o a Estados Unidos. Recordó lo bien que lo pasaba en Estambul en primavera. Recordó también, lo bien que lo pasaba en Palma de Mallorca en verano y como lo alargaban marchándose a la República Dominicana.

Pero era incapaz de recordar una sola Navidad con sus hijos, no podía recordar cuándo fue la última vez que paso una vacaciones de verano con ellos, siempre estaban fuera estudiando, siempre de internado en internado, y en verano con Alma su tata que los llevaba de vacaciones a la casa de los abuelos paternos en  Peñíscola donde pasaban todas sus vacaciones y donde Elisa aterrizaba algún fin de semana, presionada por Alma. Tengo toda una vida que vivir, le decía siempre a la tata, tú no lo entiendes, y de malas maneras aparecía un sábado por la mañana y desaparecía el domingo a primera hora de la tarde.

En las horas que ella se encontraba en Peñíscola , sus hijos  agradecían el esfuerzo que su madre estaba haciendo por ellos, les llevaba a la playa, jugaba con ellos en la piscina de los abuelos, preparaba la merienda para sus amiguitos y hasta hacía planes con ellos para la próxima Navidad. Ellos siempre deseosos de que las horas no pasaran, ellos siempre deseosos de que ese año por fin celebraran la Navidad en Madrid, con su madre y abuelos, ellos deseaban creer, deseaban estar con ella, pero desgraciadamente eso nunca ocurría, desafortunadamente, la casa de Somosaguas en Madrid, siempre estaría vacía por esas fechas, un  año más,  Elisa y sus amigos decidieron pasar la Navidad al calorcito de una playa caribeña.

Y los años fueron pasando y los niños ya adolescentes, seguían educándose, seguían estudiando, seguían con su tata, Elisa aparecía en graduaciones, Elisa seguía apareciendo en Peñíscola, Elisa seguía llamando por Navidad, ahora sus hijos eran ya mayores y cuando se encontraba en Madrid deshaciendo o haciendo alguna maleta, siempre se justificaba con ellos diciendo: tengo una vida que vivir y salía de nuevo de sus vidas.

Hacía ya algún tiempo que la situación económica de Elisa era delicada, muy delicada, Esteban el hombre de confianza de sus negocios ya se lo advirtió. Debes echar el freno Elisa, las cosas ya no marchan como antes, empezamos a deber mucho dinero, tenemos que cerrar algunos negocios, pero la contestación que recibía de ella, era siempre la misma tengo una vida que vivir y salía del despacho de Esteban muy enfadada.

Esteban, que junto con Alma siempre estuvo al lado de los hijos de Elisa, decidió reunirlos en su despacho y contarle en la situación en la que está se encontraba. Tiene demasiadas deudas, habría que pensar en vender la casa de Somosaguas, le dijo preocupado. Los hijos que ya sabían algo, no pusieron ningún tipo de oposición, Isabel con cierta pena dijo, que se venda,  pero Peñíscola la mantenemos y miro a su hermano Carlos que de inmediato, afirmo con la cabeza.

¿Qué hacemos con ella? pregunto Carlos con cierta vergüenza, ¿con quién? pregunto Isabel, con mamá, donde vivirá ahora, continuo diciendo Carlos. Esteban, lo tenía todo calculado y les dijo que con lo que obtuvieran de la venta de la casa Elisa, podría ingresar en una buena Residencia, a su altura, dijo, mientras sonreía y cerraba la carpeta, pero, preguntó Carlos de nuevo, ¿ella está conforme con eso?, tendrá que estarlo dijo Isabel de repente, tiene una vida que vivir,  mirando   a su hermano, también con cierta vergüenza.

Los acontecimientos de desarrollaron, rápidamente, la casa se vendió muy bien, ninguno de los hijos quiso comprarla y eso que Esteban insistió, pero les traían demasiado malos recuerdos, Elisa fue perdiendo sus amistades, algunas igual que ella, habían perdido todo, decidiendo recluirse en alguna  Residencia que pudieran pagar, otras habían desaparecido, ya no había fiestas, ya no había viajes, se esfumaron.

El último cumpleaños que paso en Somosaguas lo paso con sus amigas del alma  Carmen y Daniela que igual que ella estaban solas y a punto de arruinarse. Fue un cumpleaños triste, fue un cumpleaños con una pequeña  merienda y una tarta de cumpleaños del Eroski. Ella sabía ya que el próximo sería en la Residencia, aunque siempre albergaba la ilusión de que alguno de sus hijos la invitara a irse a vivir con ellos.

 Tenía la esperanza que Esteban le dijera que alguno de los chicos había comprado la casa, que no tendría que preocuparse, que finalmente se quedaría allí, pero Esteban aparecía en casa con personas interesadas en el inmueble, ella siempre y antes de que apareciera la visita,  salía a dar un paseo, no quería ver la cara de esas personas, que invadían su intimidad, que visitaban  su dormitorio y se sentaban en su salón, era su casa y la iba a perder, sus hijos, definitivamente no la iban ayudar.

Elisa ingreso en la Residencia hacía ya nueve meses, tenía una buena habitación y la gente era amable con ella, había servicio peluquería, tenían una masajista y una piscina cubierta que en verano también podía usarse. Sus hijos junto con Esteban fueron con ella, visitaron todas las instalaciones y se marcharon con un “mañana te llamaremos para ver cómo has pasado tu primera noche”, ella se quedo en la puerta mirando cómo se iban sus hijos, se les quedo mirando con rabia y pena, la habían “aparcado” en una Residencia para viejos. ¿Qué habré hecho mal? se preguntaba mientras despedía a sus hijos y a Esteban con la mano.

Elisa seguía en su butaca, algo adormecida pero sin quitar la mirada del gran ventanal de la Residencia, sus ojos estaban humedecidos, no van a venir, repitió, no van a venir, tienen una vida que vivir.

sábado, 7 de junio de 2014

INVISIBLES



Esta es la historia de dos amigas, esta es la historia de dos mujeres, esta es la historia de la experiencia. Esta es la historia de dos INVISIBLES más.

Alicia y Yolanda se conocen desde hace décadas, Alicia con sus recién cumplidos 51 años, lleva más de año y medio sin trabajar, Yolanda con sus 56 acaba de quedarse en paro.

Aunque amigas, no son de las que se ven demasiado, pueden estar meses sin verse, pero cuando quedan, pareciese que hubieran estado juntas todos los días, se llevan bien, nunca se reprochan nada, quizá Yolanda, por no verse más menudo.

Ayer mismo estuvieron hablando por teléfono, Yolanda, no lo está pasando demasiado bien, a ella como a Alicia, le gusta trabajar, necesita sentirse útil, y desde hace un mes, le han enviado a casa, de muy buenas maneras, con mucho cariño, pero le han enviado a casa. Alicia por su parte trata de entenderla, trata de comprenderla, trata de hablarle de la manera más afectuosa que puede, ya que ella sabe que por mucho que le diga, por muchas ilusiones que Yolanda quiera hacerse (en buscar un nuevo empleo) Alicia sabe que ya son INVISIBLES, que lo que toca ahora es saber administrarse, que lo que toca ahora es aprender a vivir de otra manera, que lo que toca ahora es aprender a sacrificarse.

Yolanda le habla de su situación económica, se agobia, se pone nerviosa, repite una y otra vez que terminara viviendo de la caridad de su familia, repite que debe hacer recortes en su economía, y vuelve a agobiarse. Tranquila le dice Alicia, ella sabe perfectamente por lo que está pasando su amiga, ella sabe que tendrá noches en el que se despierte con la misma cantinela, habrá días enteros en los que se pregunte ¿Qué va a pasar conmigo?.

Alicia, con el auricular en su oreja sigue afirmando con la cabeza, sigue tratando de calmar a su amiga, la oye, pero no la escucha. No sabe. como decirle a su amiga que deberá aprender a administrarse, no sabe, como decirle a su amiga que por muchas ofertas en las que se apunte, por muchos CV que deje, la desestimarán (…es demasiado mayor, tiene demasiada experiencia, necesitamos caras más jóvenes), no sabe, como decirle a su amiga que cuando vaya a la oficina de desempleo le hablarán de ayudas, le dirán que a su edad no lo tendrá tan complicado, que tendrá que dar casi las gracias, por tener la edad que tiene, ya que enseguida pasará a tener una ayuda hasta que se pueda jubilar, no sabe, como decirle a su amiga, que cuando vaya la orientadora laboral, cuando explique cómo está buscando empleo, lo único que le dirán, hay poco trabajo y el poco que hay, no es para vosotros, lo importante es que los jóvenes empiecen a trabajar, no sabe, como decirle a su amiga que está en tierra de nadie que para esta sociedad es INVISIBLE.

Alicia con el auricular en su oreja, sigue pensando que trataran de convencerla que la única salida, es que sea una emprendedora, y vuelve a repetir ¿emprendedora de qué? Yolanda sigue lamentándose, sigue hablando de las horas libres que tiene, sigue hablando y lamentándose de lo injusta que es la vida, mientras Alicia, callada sigue pensando quien habrá sido el artífice de esa palabreja, que tan de moda se ha puesto.

Nos engañan, se dice a sí misma, mientras sigue calmando a su amiga, no saben qué hacer con nosotros y ponen de moda la palabrita de marras. Hay que ser emprendedor vosotros aportáis una gran experiencia y lo escriben en letras bien grandes, aportáis muchos conocimientos, debéis seguir adelante, debéis emprender y dejar de soñar con una nómina, eso es una utopía. Hay que atreverse con las nuevas tecnologías, continua diciendo, hay que modernizarse y seguir con los tiempos, hay que seguir adelante, concluye el “vende humo” de turno.

Alicia sigue con el auricular en la oreja, continua oyendo, continua sin escuchar a su amiga, y recuerda lo que ella le contesto a este individuo, exponiéndole sin ningún tipo de tapujo su situación y la de algunos más y recuerda la gran cantidad de personas que se sumaron a su comentario, y recuerda la cantidad de personas que tras ese post llegaron a la misma conclusión SOMOS INVISIBLES.

Yolanda parece más tranquila, parece que se ha desahogado del todo y le dice a su amiga que cuando van a verse, Alicia sonríe y contesta cuando quieras, ahora lo que nos sobra es tiempo.