domingo, 1 de diciembre de 2013

A LA CALLE

Ella tiene ahora 36 años, después de mucho tiempo a conseguido llevar una vida “casi normal”, finalmente termino sus estudios de enfermería y logro ingresar como sanitario en uno de los Hospitales con más prestigio de España. Ha Paloma le gusta su profesión, una vez ganada la oposición eligió el turno de noche,la oscuridad no le gusta y menos sentirse sola en casa, se siente insegura todavía.  Prefiere dormir de día y hacer su vida de noche.

Han pasado ya veinte años, pero ella sigue teniendo las mismas pesadillas, sigue todavía levantándose encharcada en sudor, sigue temblando cuando suena el portero automático, no lo puede evitar. A su mente le vienen los recuerdos de aquella noche, en la que ella tenía 16 años, aquella noche en la que sus padres se fueron al teatro con las entradas que ella y su hermana mayor pagaron con sus respectivas pagas, a su mente le vienen todavía las palabras de su hermana “vente con Carlos y conmigo, a tomar algo, me da cosa, que te quedes sola en casa”, todavía recuerda como ella reía contestándoles a los cuatro “que por fin tendría la casa para ella sola”.

Reía y reían con ella, Paloma era una niña muy buena decía su madre, siempre que hablaban de ella. Desde que nació, solo lloraba cuando tenía hambre, no como su hermana Cristina que aunque la llevaba 3 años siempre quería captar la atención del todo mundo, aunque con su hermana pequeña, Paloma, era dulce y protectora. Siempre la dejaba sus juguetes, siempre le reía todas sus gracias, se enfadaba y sacaba siempre la cara por ella, si sus padres trataban de castigarla o la regañaban, para Cristina “la canija” era intocable, ni por un momento pensaba en que pudieran hacerle daño, ni por un momento pensó que a Paloma esa noche le partirían la vida. Nunca, nunca,  pensó que él la acechaba hacia algún tiempo, nunca pensó que alguien las perseguía cuando iban al instituto, nunca se perdono dejar esa noche sola en casa a Paloma. Nunca pensó que a su hermana la violarían en su propia casa.

Paloma ha salido de trabajar, ha sido una noche “toledana” debido a los recortes, el personal se ha visto reducido y no dan abasto. Sale cansada y sorprendentemente hambrienta, mientras se dirige a su vehículo y acompañada por algunos compañeros, piensa en que la churrería de al lado de casa estará abierta,  de pronto siente como la boca se le hace agua, pensando en unas porritas recién hechas y empieza a sonreír.

No ha puesto la radio del coche, está cansada y no le apetece escuchar a nadie. Los semáforos inusualmente están todos en verdes y Paloma se planta en casa en apenas quince minutos, aparca al lado de la churrería y pide que le den dos porras y un chocolate todo para llevar, vuelve a meterse en el coche y baja al garaje, a Paloma siempre le da algo de reparo, aunque lo tiene todo medido,  sabe que a esas horas casi todos los vecinos, salen a trabajar, sabe también que el conserje está ya sacando la basura del edificio, lo tiene todo medido, no la puede pasar nada.

Abre la puerta de casa, y mete en el microondas el chocolate aunque todavía está caliente, a ella, le gusta, que casi le abrase la boca, aprovecha para ponerse el pijama, la bata y zapatillas (siempre el mismo ritual), mira el teléfono fijo  y la luz parpadea, hay un mensaje se dice, lo escucharé más tarde, si fuera importante me habrían llamado al móvil o al Hospital, se dice mientras vuelve a la cocina y se prepara su bandeja con el chocolate que está ardiendo y un plato con sus dos porras, depositándola encima de la mesa baja del comedor, junto con su paquete de tabaco (ese es el cigarro que más la gusta) busca el mando de la tele y lo pulsa, mientras coge un porra y le da un mordisco.

A esas horas todas las cadenas, están con los noticias de la mañana, se queda absorta  escuchando las noticias de Antena Tres, no puede ser verdad, y la porra se le escapa de las manos, toma la taza de chocolate y bebe, la da igual quemarse o no, está siendo víctima de un ataque de pánico, bebe y palidece a la vez, nota como suda, nota como sus ojos se les salen de las órbitas, ¡NO PUEDE SER! chilla ¡NO PUEDE SER!! rompiendo a llorar, como si fuera un bebé, coge el teléfono y teclea torpemente el número de su hermana que vive en la misma urbanización.

Cristina está esperando su llamada fue ella quien la dejo un mensaje en el fijo Paloma tenemos que hablar, no se atrevió a llamarla al móvil, no se atrevió a llamarla al Hospital, quiso dejarla trabajar en paz, sabía que podría ser uno de sus últimos días de una vida "casi normal", estaba convencida que sus vidas de nuevo cambiarían.
Cristina, Cristina estoy viendo las noticias, no puede ser, no puede ser que vaya a salir, le decía Paloma entre sollozos, Cristina, va salir!!!…. y la llamada se interrumpió
Pero su hermana ya estaba en su casa, en cuanto oyó la voz de su hermana, cogió el juego de llaves de su casa  y mientras la tranquilizaba, corría hacia su casa, Paloma se había desmayado, caída en el suelo sobre la alfombra, a Cristina se le agolparon de nuevo los recuerdos de aquella fatídicamente noche. Su hermana estaba con la ropa hecha jirones,  chorreaba sangre por las piernas, tenía marcas de mordiscos en los pechos, el pelo manchado por el  semen de su agresor. Tirada en la alfombra con los ojos muy abiertos, pero sin vida, de la boca la salía un hilillo de sangre, el 112 trataba por todos los medios de hacerla reaccionar, pero les fue imposible, recuerda también cuando entraron en la ambulancia, como le apretaba  la mano igual que cuando eran pequeñas y Paloma tenía miedo  
estoy aquí, estoy aquí, canija, …estoy aquí.
Tiro el teléfono encima del sofá y corrió a asistir a su hermana,
Paloma, Paloma, tranquila, tranquila ya estoy aquí, no pasa nada, no pasa nada estoy aquí le decía mientras la apretaba contra su pecho, estoy aquí “canija”, estoy aquí…
Cristina  ya no estaba acostumbrada a ver a su hermana así, su recuperación fue lenta, demasiado lenta decían los especialistas. Fueron días, semanas,  meses y años duros para toda la familia. Estuvo varios días inconsciente, tenía miedo de  despertar les decía el especialista. Fueron días, semanas meses y años de idas y venidas al hospital. Fueron días, semanas, meses y años de llantos de miedos, de chillidos, de pesadillas. Fueron días, semanas, meses y años de echarse las culpas los unos a los otros pero en silencio. Fueron días, semanas, meses y años de tristeza, ya no había lloros,ya no había nada, sólo vacío.

Pero pasaron esos días, semanas, meses y años y la alegría tímidamente entro de nuevo en casa, entro tímidamente en la familia, entro tímidamente en Paloma.

….Y ahora le iban a soltar. 

REFLEXIÓN.- Paloma y Cristina, no existen, pero sí muchas víctimas que han vivido más o menos estas circunstancias, o  que desgraciadamente no se encuentran ya con nosotros. Pero soy  capaz de ponerse en el pellejo de estas personas de sentir ese odio hacia sus agresores, de sentir ese miedo, de sentir que alguien que se ha llevado tu vida, está en la calle,  está en libertad, esta inmune, es un ciudadano más,  que campa a sus anchas, buscando quizá nuevas víctimas. Puedo ponerme en la piel de las víctimas, y expresar mi total repulsa por estos individuos, por esta gentuza que todavía se permiten el lujo de dar entrevistas a la televisión. Todavía se permiten el lujo de mirar a la cámara y decir que lo sienten mucho, pero que ellos han cumplido la pena. Mirar a cámara y decir que ahora vivirán libres, que tienen derecho, ¿derecho??.

Termino diciendo, que  soy de las personas que cree en las segundas y en las terceras oportunidades también, pero para este tipo de gentuza, no hay segundas ni terceras oportunidades.  Para ellos está la cárcel de por vida. 

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