domingo, 16 de marzo de 2014

¿Y TÚ, DÓNDE ESTABAS?



Esa es la pregunta que me he hecho esta misma mañana escuchando en la radio y más tarde en televisión cuando celebraran el décimo Aniversario de las víctimas del 11 M.

Es uno de esos recuerdos, que vuelven a ti, año tras año y que recuerdas con todo lujo de detalles, han pasado diez años ya, pero lo recuerdas, con toda nitidez, y porque no, con rabia.

Recuerdas, que estabas haciendo, con quien estabas, recuerdas la expresión de sus caras en ese momento.

En mi caso, recuerdo que tanto en el atentado del 11 de Septiembre en Estados Unidos, así como en el del 11 de Marzo en España, me encontraba con la misma gente, estaba en la misma empresa, en la empresa en la que trabajé durante algo más de 19 años, donde empezó a trabajar Javier, un “chaval” muy pizpireta, bajito, con su traje del Hipercor y su maletín, siempre de acá para allá, haciendo todo tipo de recados para el que era por aquel entonces el tercero en la línea de sucesión de la empresa y que en la actualidad es el Presidente (recordáis Panamá?).

Recuerdo que nos estábamos trasladando a nuestras nuevas oficinas y había bastante caos, cuando uno de los compañeros, pregunto si alguien tenía una radio. Eran más de las 10 de la mañana, yo saque mi vieja radio conectándola de inmediato. Tenía una cristalera bastante grande a mi lado y mientras escuchábamos lo que estaba aconteciendo en esos momentos, mire a través del cristal, parecía mentira que en toda la calle Velázquez no se oyera ni un ruido de coches, no había gente pasando por el paso de cebra, de vez en cuando, pero muy de vez en cuando se oía el ruido de alguna moto, pero nada más.

Continuábamos escuchando la radio, y trabajando …había que producir y cada noticia era peor. Recuerdo al reportero, que alguna que otra ocasión, era incapaz de describir lo que estaba sucediendo, “no puede ser” “no puede ser” y su voz se quebraba. 

En mi caso, no era capaz de concentrarme, no tenía ganas de trabajar, por un momento me olvide de “producir”, miré a través del cristal de nuevo, la calle Velázquez seguía vacía, el paso de cebra seguía vacio, las pocas personas a las que pude ver, parecían que vagaban sin rumbo.

Todos pensábamos en que la “maldita ETA” lo había vuelto hacer “asesinar”, se habían pasado de la raya, estábamos convencidos de ello, pero al poco tiempo desmintieron la noticia, ETA había enviado un comunicado desvinculándose de tal masacre. 

Cuando nos disponíamos a bajar a la calle para ir a comer, nos encontramos a la secretaria del Consejero Delegado (actual Presidente) que entre sollozos nos dijo, no sabéis que le ha pasado a Javier, sin poder dejar de llorar, ¿pero qué dices? le dije mientras trataba de calmarla. Javier, volvió a decir, el grupo nos miramos los unos a los otros, no comprendíamos lo que nos quería decir, ¿Javier? ¿Javier? volvió a decir otro compañero, si, mi Javier, mi compañero, dijo de nuevo.

El ascensor, abría y cerraba las puertas pero nadie del grupo subía en él, recuerdo claramente el “clin metálico” de las puertas, permanecíamos clavados al suelo no podíamos movernos.

¡Cálmate!, le dijo otra compañera y cuéntanos que ha pasado. Quitándose las gafas empezó a frotar los cristales de las mismas con el filo de su blusa, mientras nos relataba como llego Javier a su departamento, con el traje manchado de polvo, manchado de sangre, como se sentó en su mesa y empezó a mover papeles, no deja de mover papeles, dice, limpia el maletín como si se tratara de un autómata. Los puños de su camisa, prosigue, están manchados de sangre, pero él solo frota su maletín y después vuelve a su mesa, a sus papeles.

Ángel (su jefe directo en esos momentos) está a su lado tratando de convencerle para llevarle al Hospital, pero Javier sólo responde que está bien, que en cuanto encuentre esos dichosos papeles se marchara a terminar las gestiones que la mujer del Consejero Delegado de mando hacer.

Como dije anteriormente el traslado se estaba efectuando poco a poco quedando en esos momentos la Dirección al completo y unos pocos más, Ángel mano derecha del Consejero Delegado, se había trasladado allí junto con su equipo, en el que se incluía a Javier.

Recuerdo también con ella llevaba un portafirmas en los brazos y un teléfono móvil, recuerdo que cuando estaba terminado de relatar lo sucedido, sonó de nuevo el teléfono, era Ángel, sin querer o queriendo, ella conecto el manos libres y se le notaba bastante asustado, Valle, grito, me escuchas, ella afirmo con la cabeza a la vez que le gritaba, si te escucho, ¿qué pasa Ángel? con voz entrecortada, ¡¡Javier!!, grito de nuevo, se lo está llevando el SAMUR, está mal Valle, está mal, volvió a decir.

Ella con un hilo de voz, volvió a preguntar ¿pero que le ha pasado? y Ángel con voz de derrota, le dijo, que ha explotado, ¿cómo? volvió a preguntarle Valle, pues eso, que Javier no lo ha soportado. Estando en su mesa, observe como por uno de sus oídos empezó a salir un hilo de sangre, me asuste Valle, le relataba, le dije a José Antonio que llamará a los sanitarios, cuando volví con él, se había desmallado encima de la mesa.

Valle no dejaba de llorar y decidí coger el teléfono, invitándole a que se tranquilizara, ¿dónde estás? le pregunte a Ángel, voy con él en la ambulancia, nos llevan a la Paz, esto es tremendo!! ¡¡tremendo!!

Por la tarde y más tranquilo nos enteramos que Javier se encontraba “bien” había tenido un ataque de pánico, debido al stress sufrido, un tímpano algo tocado, pero fuera de peligro, los médicos decidieron sedarle, le hicieron dormir para mitigar su dolor.

Al tiempo Javier volvió a incorporarse al trabajo, sin hacer ningún ruido, como si nada hubiera pasado, con una novedad, la empresa le concedió un vehículo “un Clio blanco” para realizar su gestiones por Madrid, no volvería a utilizar ningún transporte público en sus horas de trabajo.

Javier, ahora tenía su vehículo propio, su plaza de garaje, su maletín, su teléfono móvil, su traje nuevo del Hipercor y un poco de sordera. Él se incorporo a trabajar, y continuo con su vida, pero en esa terrible masacre perdió su cara “chico travieso” su mirada alegre, sus bromas, su buen humor. Él se incorporo a trabajar, pero Javier el chaval pizpireta, el zascandil de la empresa, murió el 11 de Marzo de 2004.

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