.....Cuando una tiene familia así, es para sentirse orgullosa de ella. Así que me gustaría mostraros en forma de relatos lo que ésta “maravillosa” persona que aunque físicamente impedido por una grave enfermedad, no ceja en su empeño de llevarles una sonrisa e ilusión a Orfanatos de Nepal e India, junto con un grupo de voluntarios
He de decir que ante estas personas me siento TAN pequeña, por que ellos son TAN GRANDES....
CRONICA I .- CIERRE
Poco antes de salir de
España para llevar a cabo esta séptima edición de nuestro proyecto en Bal
Mandir, recibí un correo electrónico de la directora del orfanato en el que me
comunicaba que las continuas desavenencias con la NCO (Nepali Children
Organization), la institución responsable de todos los orfanatos estatales de
Nepal, forzaba a cancelar el convenio por el cual la asociación australiana
denominada Mitrata se había hecho cargo de la dirección del hospicio más grande
del país desde mayo del año pasado por un período de cuatro años. Rebeca, la
nueva directora, tomó posesión de su cargo con la idea clara de no consentir
visitas al orfanato, ni el trabajo de voluntarios extranjeros ajenos a su
asociación. Fue muy difícil hacerle cambiar de opinión para que nos permitiera
seguir trabajando con los internos de Bal Mandir.
Ese nuevo cambio de
rumbo me preocupaba sobre todo en lo relativo a la alimentación de los menores,
que creo que había mejorado desde la llegada de Rebeca. En los demás aspectos
no sé si hubo alguna mejoría. Pocos días después de ese anuncio de ruptura,
cuando me disponía a retomar la correspondencia con el anterior director del
orfanato para anunciarle nuestra inminente llegada, Rebeca me envió un nuevo
correo electrónico en el que decía que esa misma mañana acababa de firmar un
nuevo acuerdo con la NCO por el cual continuaría al frente de Bal Mandir
durante un periodo de tres años, pero ahora con el objetivo fundamental de
despoblar el orfanato.
Ni la ruptura ni ese
nuevo acuerdo me sorprendieron, porque de las desavenencias entre ambas partes
ya tenía noticia, y porque sabía que el cierre definitivo de las adopciones en
Nepal, hace ya un par de años, colocaba a los orfanatos en una crítica
situación económica. Los continuos rumores sobre la corrupción y las malas
artes en los orfanatos de Nepal se vieron refrendados por un documental
titulado "Paperorphans” que puede verse en Internet. Se mencionaba
expresamente a Bal Mandir para denunciar que algunos orfanatos habían
conseguido que numerosos padres de aldeas remotas, generalmente analfabetos,
cedieran a sus hijos al orfanato, pagando una pequeña cantidad, con la promesa
de que la institución que recogía a los menores les escolarizaría en Katmandú,
y les proporcionaría comida y alojamiento. Los artífices de ese engaño
prometían a las familias que podrían visitar a sus hijos cuando lo desearan, y
que finalizada su educación, los hijos podrían regresar a su aldea, pero lo
cierto es que muchos de ellos fueron dados en adopción, con lo cual el hospicio
se embolsaba jugosos donativos que ni siquiera quedaban registrados. Ante
semejante denuncia apoyada en el testimonio de numerosas familias, la comunidad
internacional decidió poner fin al escándalo clausurando definitivamente las
adopciones en Nepal.
Más allá de las
motivaciones filantrópicas, lo cierto es que los orfanatos pasaron de ser un
negocio muy lucrativo, de ahí la búsqueda desesperada de más niños, a ser
exclusivamente una fuente de gastos sin fin. Supongo que cuando las autoridades
internacionales responsables de las adopciones decidieron aplicar este castigo
a Nepal, tendrían en cuenta las terribles consecuencias que ello traería a los
huérfanos, que de pronto se convertían en residentes permanentes, prisioneros de
instituciones condenadas a la
ruina. Habría sido deseable que esa drástica medida fuera
acompañada de un programa de ayuda internacional a los huérfanos de Nepal,
porque era previsible que se llegaría al cierre de muchos de esos albergues
como consecuencia del imparable declive económico.
Cuando Rebeca nos
explicó el modo en que se proponía disminuir la población de Bal Mandir,
simplemente nos dijo que trataría de hacer responsables de los menores a
familiares o parientes. Nosotros no lo veíamos tan sencillo, pero entonces
pensábamos que se refería a la no admisión de nuevos internos y la reubicación,
en la medida de lo razonable, de algunos de los habitantes del hospicio, pero
hoy hemos sabido que todas las partes implicadas han asumido el cierre definitivo
de Bal Mandir en un plazo máximo de tres años. Me estremece pensar en las
consecuencias que esta salvaje solución acarreará en nuestros niños. ¿Qué
acomodo buscarán para Roji, Lata o Nimi con su parálisis cerebral? ¿En qué
hogar será acogida Aacriti, con su ceguera absoluta? ¿Dónde irá a parar Asha, a
sus más de treinta años de edad, con su síndrome de Down y sin ningún familiar?
¿Quien se hará cargo de los numerosos niños y niñas que son realmente
huérfanos, o de todos aquellos que, aunque tengan algún familiar o pariente,
fueron abandonados y sospecho que no van a ser readmitidos en el seno familiar
del cual fueron expulsados?
Katmandú, a 17 de
octubre de 2012
José Luis Gutiérrez
CRONICA II.-MATEMÁTICAS
Este año las
preocupantes noticias sobre el futuro de Bal Mandir que van llegando a través
de distintas fuentes, y las frecuentes conversaciones con responsables de las
diferentes partes implicadas de un modo u otro en la vida del orfanato, están
absorbiendo mis energías mentales y en algunas ocasiones me están apartando del
escenario en el que quisiera permanecer todo el tiempo, allí donde el resto del
equipo trata de llevar a cabo con la mayor normalidad posible las actividades
que teníamos planificadas.
Tengo la sensación de
que todos quieren hablar conmigo, porque sin quererlo me he convertido en
embajador temporal de las dos asociaciones españolas comprometidas con la ayuda
a Bal Mandir. Hoy mismo Bal Krishna, el anterior director de Bal Mandir, alto
cargo directivo de la NCO, me ha recordado que soy vicepresidente tanto de
Dididai como de Ruta 6, las dos asociaciones a las que me refería. También
Rebeca, la actual directora del orfanato, y Ana Lena, la fundadora de la NGCC
(Nepali Girls Care Centre), me han buscado en varias ocasiones para hablar conmigo,
hacerme partícipe del problema de Bal Mandir, y solicitar la colaboración de
las dos asociaciones a las que represento, para intentar minimizar las
consecuencias que el cierre tendrá en los internos.
Bal Krishna hoy ha
tratado de quitar gravedad al asunto afirmando que no cree que se llegue al
cierre absoluto del orfanato, porque es consciente de que no se podrá encontrar
acomodo para todos los menores. Se ha manifestado deseoso de buscar una
solución para las niñas con las que actualmente trabaja Dididai, mostrándose
dispuesto a permitir que continúen en Bal Mandir, o incluso favoreciendo la
búsqueda de otro lugar alternativo como Techo, un hospicio situado a las
afueras del valle de Katmandú. Aunque esa disposición abierta para encontrar
soluciones podría parecer encomiable, intuyo que me quería transmitir la idea
de que ahora todo depende de nosotros. Me ha parecido que la NCO desea delegar
completamente la responsabilidad de esas niñas en Dididai, al menos en lo
económico.
También Rebeca ha solicitado
eso mismo en las distintas reuniones que he tenido con ella, pero además pide a
Ruta 6 que continúe patrocinando la escolarización en régimen interno de los
niños que actualmente tiene, y que busquemos para ellos un alojamiento fuera
del internado en los periodos vacacionales. Pero además desea que extendamos la
ayuda a otros menores. Parece que todos parten de una lista de internos, que
dicen que actualmente es de 140, y ahora sólo queda ir restando progresivamente
para, si se lograra llegar a cero, dar por liquidado Bal Mandir. Parece obvio
que el mecanismo de la resta consiste en no permitir ningún nuevo ingreso, y
traspasar a otros la responsabilidad económica de los internos. La NCO y
Mitrataa, que parecían enemigos irreconciliables, ahora están más unidos que
nunca, luchando por el objetivo común del desmantelamiento de Bal Mandir.
Todo está dictado por
el cálculo numérico que gobierna la economía. Todo se reduce a números. También los
niños y niñas parece que son sólo eso. Era previsible. Resulta razonable. Pero
me sorprende que tanto Rebeca como Bal Krishna se muestren contentos. Se les ve
felices, o al menos excitados con el desafío del cambio al que obliga la
crisis.
La actual situación de
Bal Mandir es crítica, no puede ser peor, por lo que cualquier cambio
necesariamente ha de ser a mejor –me ha dicho Rebeca con una sonrisa
inquietante.
Yo, que en estos casos
procuro escuchar atentamente y hablar poco, no respondí, pero me quedé
considerando que efectivamente Bal Mandir es un desastre. Los cambios que todos
esperábamos con la llegada de Mitrataa no se han producido, o si los hubo, han
durado muy poco: los niños parecen igual de sucios y desatendidos que
previamente, y me da la impresión de que la alimentación sigue siendo tan pobre
como antes de la llegada de Rebeca. Me estremece pensar que, si no hacemos algo
que lo remedie, para estos menores todo puede empeorar, porque sospecho que los
responsables se van a limitar a aplicar la perversa lógica de las matemáticas.
Katmandú, a 18 de
octubre de 2012
José Luis Gutiérrez
CRONICA III.- PANCHE
El domingo 14 junio de
este año, día del padre en Nepal, fallecía en un hospital de Katmandú nuestro
querido Panche, un niño de Bal Mandir de siete años de edad que no aparentaba
más de tres. Casualmente su fotografía aparecía en el calendario que habíamos
distribuido para recaudar fondos con objeto de ayudar a los niños de su
hospicio, justamente en el mes de junio, sentado a la puerta de la Dancing Room , donde
desarrollábamos nuestras actividades, acompañado de sus buenos amigos Luky y
Dristi.
Me gustaba observar a
Panche y escuchar sus conversaciones, aunque nunca pude entender ni una sola
palabra de lo que decía, pero el modo en que gesticulaba, la agilidad de su
conversación y su facilidad para despertar la risa en todos los que le
rodeaban, ejercía sobre mí una enorme fascinación. Antes de saber su fecha de
nacimiento, pensé que no pasaría de los tres años, porque además siempre estaba
rodeado de niños y niñas de esa edad, como Luky y Dristi, y precisamente esa
apariencia hacía más sorprendente su conversación ágil y su capacidad para
convertirse en el centro de atracción de cuantos le rodeaban.
Cuando supe su edad
real, empecé a considerar que Panche era como Óscar, ese personaje de la
formidable novela de Günter Grass titulada El tambor de hojalata,
un niño que había conseguido detener su crecimiento fisiológico porque prefería
permanecer indefinidamente en esa edad en la que los niños aún están exentos de
obligaciones y preocupaciones. Además Panche, por su simpatía e inteligencia
era el líder de los niños y niñas de Bal Mandir de esa edad. Dirigía sus
juegos, les explicaba miles de cosas, y debía de contarles historias
fascinantes que hubiese deseado entender.
El documental de 2011,
que pronto editaremos, utilizó a Panche como introductor al fascinante universo
de Bal Mandir. Una voz en español de un niño de edad similar a la de Panche describe esa
realidad como si fuera un cuento fabulado. Bajo la personal visión de ese niño
tan especial, aquello no era un orfanato, sino un espléndido palacio en donde
convivían alegremente cientos de menores. Unos españoles (nosotros) acudían
allí todos los años por el Dashain para participar del ambiente festivo tan
extraordinario que reinaba en Bal Mandir. Los niños del palacio, verdaderos
soberanos, permitían que se grupo de españoles compartieran con ellos su
festividad favorita a cambio de que les enseñaran bailes de otros países y
prepararan para ellos juegos y todo tipo de actividades creativas.
En el mundo real, en
el que Bal Mandir, lejos de ser un palacio era un orfanato donde multitud de
niños vivían en pésimas condiciones, una mujer irlandesa que llevaba varios
años viviendo en Katmandú, acudía allí con mucha frecuencia, y pasaba mucho
tiempo jugando con los niños y niñas. Pronto se enamoró de Panche, porque
descubrió en él un ser absolutamente excepcional, y porque ella, al hablar y
entender el idioma nepalí, podía admirar mejor que nosotros su gracia e
inteligencia. Como no sospechaba la verdadera razón de su no crecimiento y
pensaba que podría deberse a una deficiente alimentación, en alguna ocasión
solicitó permiso del director del orfanato y se fue a almorzar con el niño a un
restaurante cercano. A Panche le encantaba comer pollo, pero además disfrutaba
de la compañía de aquella mujer que le trataba con el cariño propio de una
madre.
Con el cambio en la
dirección de Bal Mandir, aquellas fugaces salidas tan nutritivas para ambos se
vieron interrumpidas. La nueva directora denegó las reiteradas solicitudes de
la mujer irlandesa para salir del hospicio con el niño, aunque sólo fuera
durante una o dos horas, aduciendo que sobre ella recaía la responsabilidad
legal de todos los menores que habitaban en Bal Mandir. La amiga de Panche no
tuvo más remedio que resignarse, incluso podía sentirse contenta, porque al
menos a ella no le habían negado el acceso al orfanato como al resto de los
voluntarios. No obstante, contemplaba con rabia cómo la propia gobernanta
frecuentemente salía a comer fuera del orfanato acompañada de una interna
adolescente guapísima que se había convertido en su favorita.
La semana pasada la
irlandesa nos contó en Bal Mandir que un día del mes de junio recibió una
llamada de la directora, quien le dijo que podía sacar a Panche de Bal Mandir,
y que en su opinión, tal vez debía llevarle al hospital, porque le parecía que
el niño no se encontraba bien. Inmediatamente se presentó en el orfanato y
llevó a Panche al centro médico que la directora había indicado. El sanatorio
estaba repleto de pacientes, por lo que tardaron mucho en atender al niño, y
cuando lo hicieron se limitaron a pedir que regresara al día siguiente para
hacerle radiografías y algunas otras pruebas.
Con el permiso de la
gobernanta, Panche pasó esa noche en la casa de su buena amiga, pero no pudo
dormir porque estuvo todo el tiempo tosiendo. En cuanto amaneció, la mujer
telefoneó a la directora, le explicó que Panche había pasado muy mala noche y
le pidió permiso para llevarle al mejor hospital de Katmandú, porque aquello empezaba
a preocuparle. De paso le comentó que le sorprendía que el niño no estuviese
tomando ninguna medicación. Poco después, la jefa le devolvió la llamada para
decirle que el niño estaba tomando desde hacía unos días tres medicamentos
distintos, pero por alguna razón, habían olvidado dárselos al salir del
hospicio.
En el hospital más
caro y prestigioso de Katmandú atendieron a Panche con diligencia, derrochando
todo tipo de atenciones, como si estuvieran tratando al hijo predilecto de
cualquier familia rica del país. Pronto descubrieron que los pulmones de Panche
estaban seriamente infectados, tenía una neumonía que dificultaba su
respiración. La voluntaria irlandesa permaneció junto a él todo el tiempo que
pudo. La segunda noche, pensando que el niño estaba un poco mejor se fue a
dormir a su casa, pero pronto recibió una llamada del hospital que le avisaba
de que el niño había empeorado. Regresó de inmediato, y antes del amanecer del
domingo 14 de junio, los pulmones de Panche se colapsaron y dejó de respirar.
Al llegar a este punto
del relato los ojos de la irlandesa estaban ya llenos de lágrimas, y los
nuestros también, pero todavía añadió que le consolaba saber que Panche había
muerto con dignidad, atendido por los mejores especialistas del país y colmado
de amor y atenciones.
Katmandú, a 21 de
octubre de 2012
José Luis Gutiérrez
CRONICA IV.- INFAMIA
En Nepal, imagino que
también en muchos otros lugares del mundo, hay quienes piensan que las personas
que padecen alguna discapacidad han recibido esa lacra en castigo por pecados
cometidos en una existencia anterior. Si una criatura además de tener una
minusvalía física es huérfana, tendrá que soportar el desprecio de muchos que a
priori consideran que tiene mal karma y ello podría ser contagioso.
Mary conoció a la niña Nikita en Bal
Mandir en agosto de 2009. He elegido dos nombres ficticios para preservar el
anonimato de nuestras amigas. Tampoco mostraré ninguna imagen de ellas, aunque
tengo muchas, sobre todo de la pequeña, porque el asunto que quiero relatar es
delicado. La sobrina de Mary, que la acompañaba en esa visita al orfanato junto
con su hijo de dieciocho años de edad, cogió en brazos a la niña e
inmediatamente la cuidadora se dirigió a Mary, que entiende y habla
perfectamente el nepalí, y le dijo que no debían hacer eso porque Nikita era
ciega, lo que significaba que tenía mal karma. Entonces Nikita tenía algo más
de dos años de edad. Afortunadamente, para el resto de los internos del
orfanato la ceguera de Nikita no suponía ningún problema, tampoco para ella,
que se ganaba a la gente con su simpatía y parecía una niña absolutamente
feliz.
En diciembre de 2010
Mary volvió a visitar Bal Mandir. Nikita seguía allí. Entonces decidió hacer
todo lo posible por adoptarla, a pesar de que sabía que las adopciones
internacionales con Nepal estaban suspendidas. Mary tiene nacionalidad inglesa,
pero ha vivido mucho tiempo en Katmandú, por lo que decidió tramitar su
adopción como residente en Nepal, lo que la equiparaba a cualquier adopción
nacional.
El proceso legal de
adopción de Nikita se inició en septiembre de 2011, pero no concluyó hasta
agosto de 2012. Mary fue autorizada por la nueva directora de Bal Mandir para
visitar a su futura hija en el orfanato sólo dos veces por semana. Poco antes
de que el proceso de adopción finalizara, hablando con la niña y con su
cuidadora, sospechó que Nikita podría haber sido víctima de abusos sexuales.
Consiguió que la responsable de los menores en ese momento, ante la ausencia de
Rebeca que se encontraba en Australia, trasladara a la niña a un hospital. Tres
doctores emitieron un informe, del que Mary me ha facilitado una copia
recientemente, en el que afirmaron haber encontrado evidencias de que Nikita,
que entonces tenía cinco años de edad, había sufrido un abuso sexual hacía
aproximadamente dos semanas.
Pusieron el caso en
manos de una ONG especializada en la defensa de los derechos de la mujer y la
infancia, pero según Mary, el perturbado logró que se detuviera la investigación
y que esa ONG se desentendiera del caso. No obstante, la investigación que
había puesto en marcha la policía de Naxal, el distrito de Katmandú en el que
se encuentra Bal Mandir, siguió adelante y pronto la policía se presentó en el
orfanato y tomó declaración a muchos menores, cuidadoras y trabajadores de Bal
Mandir y de la NCO.
Nuestra amiga afirma que la policía recogió testimonios de
numerosas internas, ya adolescentes, que declararon haber sufrido acoso o abuso
sexual de un trabajador de las oficinas de la NCO al que señalaron con nombre y
apellido.
Mary puso a Nikita en
manos de un psicólogo que en poco tiempo logró que la niña explicara lo
sucedido. También con Mary la niña empezó a hablar claramente de los abusos de
que había sido víctima. La madre llegó a la conclusión de que aquello había
estado ocurriendo durante aproximadamente un año. Nikita dijo claramente el
nombre de su agresor, que coincidía con el indicado por las otras adolescentes.
Hace unos días tuvimos una comida con una Mary y Nikita en el restaurante en el
que solemos almorzar, cerca de Bal Mandir. Unos días antes había tenido
conocimiento de lo sucedido a través de un correo electrónico, pero en ese
correo Mary no desvelaba el nombre del agresor. No obstante, me atreví a imaginar
cuál de los oficinistas de la NCO podía haber sido, aunque ni siquiera
verbalicé su nombre por temor a equivocarme. En un momento en el que el resto
de los comensales estaban distraídos, indiqué a Mary la letra inicial del
nombre y la del apellido de la persona que yo sospechaba que podía ser el autor
de esa infamia. Inmediatamente ella me dijo que estaba en lo cierto, y a
continuación pronunció su nombre y apellido.
Las dependencias
administrativas de la NCO, que engloba a todos los orfanatos estatales de
Nepal, está desde hace muchos años en el mismo edificio en el que se alojan los
huérfanos de Bal Mandir, aunque ocupan la zona noble del edificio, la mejor
conservada. Una simple puerta en mitad de un pasillo, que la mayor parte del
tiempo permanecía abierta y sin vigilancia, separaba dichas oficinas de las
habitaciones de las niñas mayores, y desde allí se podía acceder al resto de
los dormitorios y dependencias del orfanato.
Cuando Mitrataa, a
través de Rebeca, asumió la dirección de Bal Mandir y decidió cerrar sus
puertas de forma drástica a visitantes y voluntarios, todos entendimos que el
miedo a que cualquier desalmado pudiera abusar sexualmente de alguno de los
menores podía haber inducido a esa decisión. De hecho, ya habíamos tenido
noticia de algún suceso de estas características. En octubre de 2008 dos chicas
mayores del orfanato me contaron que un joven trabajador que estaba
construyendo un pozo en los terrenos del orfanato, no hacía muchos días había
violado a dos internas de Bal Mandir. Inmediatamente pusimos el hecho
conocimiento del director y de la policía de Naxal, y el canalla muy pronto fue
arrestado en nuestra presencia, pero el daño ya estaba hecho.
En cuanto finalizó el
proceso de adopción de Nikita, Mary solicitó al Reino Unido visados de entrada
para su hija, explicando las circunstancias excepcionales que podían justificar
el acortamiento de los plazos legales, porque el tipo de adopción interna que
ha realizado Mary exige una permanencia posterior en el país de origen de
dieciocho meses. Hace muy poco que nuestra amiga ha recibido respuesta negativa
de las autoridades británicas, pero nos comentaba esperanzada que ya había
preparado la apelación, y confiaba que ahora, con toda la documentación que
aportaba, su solicitud podría ser valorada favorablemente. Justificaba la
medida de gracia en virtud del beneficio que para la niña supondrá trasladar su
residencia a Londres, donde podrá recibir una educación más adecuada a su
discapacidad, y podrá beneficiarse de un tratamiento psicológico de más
calidad, al tiempo que Mary podrá contar con el apoyo de su familia.
Mary ya ha puesto el
caso de Nikita en conocimiento del periódico más prestigioso de Katmandú, y de
acuerdo con los periodistas ha decidido hacer público este asunto en el momento
en que el canalla sea arrestado y sea formalmente acusado de violación de una
menor. Según nos dice, más allá de la importancia de la condena a ese
desalmado, la repercusión pública de este caso puede ayudar a que se reduzcan
las posibilidades de que algo así pueda volver a suceder.
Este nuevo caso nos ha
dolido muchísimo, tanto como aquel de 2008, porque Nikita se había ganado
nuestro cariño desde el primer momento, tal vez por su ceguera, pero sobre todo
por su simpatía. Los responsables de Bal Mandir tendrán que replantearse las
medidas de seguridad del orfanato. Por lo que se ve, cerrar las puertas no es
suficiente si el agresor está dentro.
Quien ha hecho esto
probablemente llevaba mucho tiempo haciéndolo con otras niñas. Conociendo Bal
Mandir, un orfanato superpoblado, donde prácticamente es imposible tener
intimidad, no puedo dejar de pensar que ese perturbado ha tenido que contar,
sino con el encubrimiento de los otros trabajadores, sÍ al menos con su
silencio. Creo que necesariamente alguien ha tenido que ver algo sospechoso y
ha preferido mirar hacia otro lado para no complicarse la vida. Me duele comprobar
lo tremendamente vulnerables que son estas criaturas, y pensar que algunos
adultos que conviven con ellas se aprovechan precisamente de eso, de su
desprotección, de su indefensión, de su inocencia, pero también me entristece
la cobardía de quienes ante la ignominia prefieren mirar hacia otro lado. Ojalá
prospere la denuncia de Mery y el agresor pague su culpa en prisión, pero sobre
todo creo que sería bueno para que otros como él no piensen que realizar ese
ultraje a un huérfano puede salir gratis.
Katmandú,
a 24 de octubre de 2012
José
Luis Gutiérrez
CRONICA
V.- COMETAS
Estamos intentando que los graves problemas
que afectan a Bal Mandir no distorsionen nuestro trabajo con los niños. Hemos
venido aquí para pasar algo más de tres semanas con ellos, aprovechando sus
vacaciones del Dashain, y debemos ser capaces de desarrollar las actividades
creativas que habíamos programado, con alegría, dejando a un lado la
preocupación y sin permitir que el desánimo ensombrezca nuestro espíritu.
Los preparativos de una obra de teatro que
deseamos representar con ellos el domingo 5 de noviembre, absorben la mayor
parte de nuestro tiempo. Este año deseamos volver a utilizar la técnica del
teatro de sombras, mezclada con representaciones reales por delante de la
pantalla, seis bailes y algunas imágenes de video. Las escenas de video que
utilizaremos ya las trajimos grabadas de España, pero ahora tenemos que
preparar las transparencias para el juego de sombras. Los ensayos de los bailes
van bastante avanzados, gracias a que estas niñas y niños aprenden cualquier
danza con rapidez. También hemos realizado ya algunos de los elementos
decorativos que lucirán en escena. Aunque no todos los internos tendrán un
papel en la obra, hemos tenido que elaborar pulseras, anillos y pendientes con
todos. Todavía debemos confeccionar el vestuario, pero ya tenemos muy avanzada
la construcción de un dragón que intervendrá en la representación.
Queremos que la obra que vamos a representar
esté relacionada con el documental que estamos preparando. Antes de viajar
hacia Nepal, decidimos que el objetivo principal del video de este año debía
ser dar a conocer los formidables vínculos que se están creando entre España y
Bal Mandir, principalmente a través de las dos asociaciones que trabajan en la
mejora de la calidad de vida de los internos de este orfanato: “Dididai” y
“Ruta 6” .
Pensamos que en tiempos de crisis, debíamos aprovechar esta herramienta de
difusión para tratar de fidelizar la ayuda de nuestros amigos, muchos de los
cuales están sufriendo de manera directa las consecuencias de la crisis
económica de España, y también, porque no, intentar ampliar el número de
colaboradores que nos ayuden a amortiguar el impacto de la crisis de los
orfanatos de Nepal en los niños de Bal Mandir.
Intentaré explicar resumidamente la historia
que hemos creado. La hemos titulado:
"La cometa y la ruta
mágica"
Érase una vez un niño de doce años, llamado Marcos, que
vivía en un pequeño pueblo cerca del mar, rodeado de montañas, en un país muy
lejano llamado España. A Marcos le gustaba mucho volar cometas. Era todo un
experto. Soñaba con volar la cometa tan alta que, soltando la cuerda, viajara
libre por el cielo hasta conseguir dar la vuelta al mundo, pero siempre que lo
intentaba, la cometa perdía terminaba estrellándose contra el suelo.
Un día Marcos se acercó a una playa cercana para hacer un
nuevo intento, porque allí soplaba un viento muy fuerte. Preparó su cometa
favorita, que estaba pintada con los colores del arco iris, y aprovechando el
poderoso viento de poniente que solía soplar por las mañanas, hizo que
alcanzara la altura máxima que permitía la cuerda, y la soltó.
La cometa se alejó a toda velocidad al tiempo que ascendía
muy alto, hasta que la perdió de vista. Pasaron los días y la cometa no
regresaba. Marcos empezó pensar que probablemente se había perdido y nunca la recuperaría. Decidió
intentarlo de nuevo. Preparó otra cometa, también de alegres colores. Entonces
se le ocurrió colocar en el extremo de la cola un pequeño sobre con un mensaje
en su interior que decía:
“I come from Spain. Help me to go around the world. Marcos”.
Durante varios días la cometa sobrevoló valles, ríos,
ciudades y montañas, hasta que una enorme cordillera se interpuso en su camino.
A duras penas logró sobrevolar el Himalaya, pero el aire frío de las cumbres la
hizo perder altura, y fue cayendo lentamente hacia el valle de Katmandú.
Los últimos impulsos de la suave brisa la posaron en un
extraño lugar denominado Bal Mandir. Allí estaba Sudip, un niño de once años de
edad que como él disfrutaba volando cometas. El primer día de las vacaciones de
Dashain, Sudip y sus amigos estaban jugando al balón frente a la entrada del
orfanato, cuando algo que caía del cielo les llamó la atención. Una
hermosa cometa multicolor descendió zigzagueando, chocó contra el tejado del
orfanato, y se posó sobre uno de los balcones del edificio. Sudip y sus amigos
corrieron en busca de la cometa.
Ha caído en el balcón de la habitación de Dididai –dijo
Sudip.
Esa habitación era la más especial del orfanato. Algunas
niñas con movilidad reducida, como Roji y Lata, al no poder desplazarse hasta
la escuela, recibían allí clases de Pradip y Kalpana.
Si les interrumpimos para pedir que nos dejen salir al
balcón y recoger la cometa, seguramente se enfadarán con nosotros –dijo Sudip a
sus amigos.
Por eso decidieron tratar de pescarla con una caña, cuerda
y un trozo de alambre, a modo de anzuelo, desde la azotea del edificio, un
lugar al que los niños de Bal Mandir tenían prohibido subir. Los guardianes de
Bal Mandir eran dos dragones llamados Gondra y Drago, también huérfanos, que
sobrevolaban de vez en cuando el orfanato para evitar cualquier peligro para
los niños. Sudip y sus amigos sabían perfectamente que a Gondra no le gustaba
nada que ellos subieran al tejado por temor a que se cayeran, pero era tal la
emoción que decidieron desobedecer.
Mientras tanto, en el interior de la habitación de Dididai,
Lata miraba hacia el ventanal y se dio cuenta de que una misteriosa cuerda, con
un pequeño gancho, descendía en busca de esa tela multicolor que se había
posado en el balcón. La cometa empezó a ascender sigilosamente ante la
perplejidad de Lata, que no la quitaba ojo. La inquietud de la niña era tal que
enseguida Pradip, que estaba situado de espaldas al balcón, se dio cuenta de
que algo pasaba en el exterior, salió y rápidamente cogió al vuelo la cometa. Su sorpresa fue
mayúscula cuando alzó la vista.
¡Sudip! ¿Qué demonios haces ahí? ¡Baja inmediatamente!
–gritó Pradip.
Sudip soltó la cuerda y bajó a la habitación de Dididai
con sus amigos. El revuelo había llegado a oídos de Gondra y Drago. Sudip trató
de explicarles lo sucedido, pero a Gondra no parecía convencerle. En ese
momento sonó una campana y todos se quedaron en silencio. Se trataba de Roji.
Quería decir algo y esa era su forma de comunicarse. Kalpana le preguntó qué
era tan urgente para interrumpir la conversación y su mirada se dirigió fijamente
a la cola de la cometa que Pradip tenía en su mano.
Perdona Gondra –dijo Sudip, –pero Roji acaba de descubrir
que la cometa tiene un sobre en la cola.
Lo abrió y leyó en voz alta un papelito que decía:
“I come from Spain. Help me to go around the world. Marcos”.
La sorpresa fue mayúscula. Sudip expresó a Gondra su deseo
de devolver la cometa al cielo con un nuevo mensaje. En ese momento llegó
Drago, que siempre conseguía que los castigos de su hermana fueran un poco
menos duros y le convenció de que le permitiera volarla.
Pradip y Kalpana, contagiados de la euforia de los niños,
organizaron una pequeña fiesta de despedida de la cometa.Sudip escribió otro
mensaje y lo metió dentro del mismo sobre:
“Children of Bal
Mandir orphanage, from Nepal ,
are helping the Spanish kite to travel around the world. Sudip & friends”.
Mientras Sudip sujetaba con fuerza la cuerda, otro niño
impulsó la cometa hacia arriba. Suavemente fue ascendiendo. Cuando Sudip soltó
la cuerda, y la cometa se elevó, los niños de Bal Mandir no pudieron contener
su euforia. Sin embargo, poco después la cometa empezó a perder altura hasta
posarse nuevamente sobre el edificio de Bal Mandir, pero esta vez sobre el
tejado. Pradip se encargó de recuperarla. Al recogerla, encontró sobre el suelo
de la azotea otra cometa sucia y deteriorada. Sudip pensó que esa otra cometa
tal vez vendría del mismo lugar que la anterior, y probablemente no querían
volar solas. Con ayuda de Pradip reparó la última cometa encontrada y salió al
balcón de Dididai. Abajo, los demás niños observaban con expectación. La
primera en volar fue la que habían reparado. Antes de soltarla, Sudip puso la
cuerda entre las manos de Lata y le dijo:
Agarra la cuerda fuerte, y no la sueltes hasta que yo te
lo diga.
Lata sujetó la cuerda y empezó a moverla suavemente.
Cuando las dos cometas cogieron la misma altura, Sudip dio la orden de
soltarlas. Danzaron acompasadamente sobre el cielo de Bal Mandir, para después
alejarse entre los aplausos y el jolgorio de todos los niños.
Durante varios días las cometas parecieron volar sin rumbo
fijo, a la deriva, ajenas a cualquier tipo de ruta prediseñada. Pero lo cierto
es que esa ruta invisible existía. Era un pasillo aéreo alrededor del mundo, un
mágico corredor que conectaba ese remoto pueblo del norte de España con Bal
Mandir.
Un día, mientras Marcos y sus amigos jugaban en la playa,
una cometa en vuelo rasante estuvo a punto de ser abatida de un balonazo.
Cuando la cometa cayó al suelo, los niños hicieron corro en torno a ella.
Vieron que aún conservaba el sobre en su cola. Lo abrieron, y leyeron el
mensaje:
“Children of Bal
Mandir orphanage, from Nepal ,
are helping the Spanish kite to travel around the world. Sudip & friends”.
¡Lo hemos conseguido! ¡Lo hemos conseguido! –voceaban
todos dando saltos de alegría.
Instantes después, otra cometa cayó cerca de ellos. Marcos
echó a correr y cuando llegó a ella, los gritos casi se oyeron desde el pueblo:
¡Es mi cometa favorita! ¡Mi cometa favorita ha vuelto!
Tras los primeros momentos de euforia y emoción, a Marcos
le vinieron a la mente muchas preguntas, todas ellas relacionadas con Sudip:
¿Quien será?¿Qué edad tendrá?¿Donde está Nepal?
Entonces pensó que, si las cometas habían sido capaces de
dar la vuelta al mundo una vez, lo podrían hacer de nuevo, pero esta vez en
lugar de un pequeño mensaje, escribiría una carta con todas las preguntas que
se agolpaban en su mente.
Conocedora del camino, la cometa, tardó sólo unos días en
hacer la ruta mágica. Sudip y sus amigos se quedaron estupefactos, al ver
regresar de nuevo la cometa a Bal Mandir, más aún cuando Sudip descubrió la
carta dirigida expresamente a él.
Desde aquel día, la cometa ha dado incontables vueltas al
mundo, ha traído y llevado infinidad de cartas, y ha propiciado una formidable
relación de amistad entre Marcos y Sudip. Además, los amigos de Marcos y Sudip
también se animaron a lanzar otras cometas. En ocasiones se pueden ver decenas
de cometas surcando el cielo, formando increíbles bandadas multicolor. Esas
cometas han conectado dos mundos muy lejanos, de modo que desde entonces, nada
de lo que ocurre en Bal Mandir es ajeno a los niños de ese lejano pueblo del
norte de España, y a su vez, los menores de ese orfanato están informados de
todo lo que sucede en ese pueblo, y todos ellos se sienten felices al saber que
las cometas les han permitido ampliar enormemente el número de amigos.
Katmandú, a 28 de
octubre de 2012
José Luis Gutiérrez
CRONICA
VI.- PIEL
Cuando esta mañana
hemos llegado a Bal Mandir, muchos de los internos estaban ya esperándonos en
la puerta del orfanato, algo que viene siendo habitual. Aunque algunos no son
capaces de superar el rubor, la mayoría nos reciben con besos y abrazos al
estilo español, algo que, según ellos mismos comentan, aquí es extraño.
Afortunadamente casi todos han adoptado con agrado esta costumbre como parte
del intercambio cultural que implica nuestra visita. Me encanta contemplar ese
espontáneo obsequio de afecto, aunque lo cierto es que cuando soy yo el que recibe
las muestras de cariño, todavía me gusta más.
Tras los saludos,
naturalmente más efusivos con las mujeres de nuestro equipo, nos hemos dirigido
como de costumbre hacia la
Dancing Room , una habitación oscura y enmoquetada que desde
hace varios años se ha convertido en nuestro centro de operaciones. En ese
cuarto no sólo ensayamos los bailes, sino que también realizamos los talleres
de confección de vestuario, complementos para escena, juegos y todo tipo de
actividades.
Hemos comprobado lo
tremendamente deshidratada que tienen la piel los niños de Bal Mandir, este año
más si cabe, quizás porque el Dashain ha caído más tarde y ya ha empezado a
refrescar. Por eso, cuando ayer fuimos a hacer la compra a un supermercado que
tenemos cerca de nuestros apartamentos, echamos dos botes grandes de crema
hidratante para aplicar sobre la cara de los menores. Al entrar en la sala de
baile, los hemos colocado tumbados boca arriba, hemos puesto una música
relajante y nuestras chicas han empezado a extender la crema sobre sus caras
con un masaje que les dejaba extasiados. Como eran muchos los niños y pocas
nuestras voluntarias, las niñas mayores, tras recibir ellas mismas el ungüento
y el masaje sobre su rostro, han empezado a ayudarnos aplicando crema a los
pequeños.
Empezaron por la cara,
pero después continuaron aplicando crema en manos y pies con una delicadeza y
cariño que resultaban conmovedores. Me pareció que estaba viviendo uno de esos
momentos mágicos que justifican por sí mismos todas las fatigas y preocupaciones
que habitualmente implica nuestra actividad en Bal Mandir. Yo contemplaba
embobado la escena desde mi silla de ruedas, sin participar directamente en
ella, porque requería sentarse en el suelo y utilizar las manos con una
agilidad que ya no poseo, pese a lo cual empezaba a sentirme tan relajado como
si yo mismo estuviera recibiendo esas caricias. En ese momento, Monika, que
debió percatarse de mi expresión de dicha no exenta de cierta envidia, se
acercó a mí con la mano llena de crema y empezó a aplicármela sobre la cara. Tras ella
vinieron Camchi, Asha y no sé cuántas más porque yo ya tenía cerrados los ojos
y me había abandonado completamente a la voluntad de las niñas. Me dieron crema
hasta en el pelo, que lo tenían recién lavado, pero no dije nada por temor a
desbaratar ese momento de felicidad.
En ocasiones la piel
es capaz de conectar con lo más profundo del ser.
Katmandú,
a 29 de octubre de 2012.
José
Luis Gutiérrez
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