Hay quien dice que el “diablo
está suelto” y aunque no creo demasiado en su existencia, últimamente me da por
pensar que va a ser verdad.
Pero realmente es el diablo o es ese ENTE del que sabemos que existe y de los que nadie habla …no vaya a ser
Hace algún tiempo, una persona me
dijo, que gracias a ellos yo vivía confortablemente, que gracias a la desgracias de otros yo podría
estar tranquila. No hay recursos para todos, volvió a decirme. ¿Qué te
parecería que tu familia empezará a carecer de alimentos básicos?. No hay
recursos para todos, repitió de nuevo.
Quedé desconcertada, no me lo creí, estamos en el siglo XXI ¿cómo podía ser?. Me negaba a reconocer que
para tener una vida más o menos acomodada, había gente que durante toda su vida
carecería de todo.
Volví a buscarle y volvimos a
hablar. No te creo le dije, es imposible. Algo descolocado me miró con esos
ojos negros, profundos y fríos. ¿No sé de qué hablas?. Escucha, no me
molestes más, terminó diciendo mientras no dejaba de mirar su gran pantalla con
gráficos inteligibles para mí.
Me disponía a marcharme, cuando
él me ordenó que cerrara la puerta y me sentara. No tuve valor para decirle que
ahora, a la que no le interesaba hablar era a mí.
Con su pose de padre conciliador
me dijo. Vamos a ver alma de cántaro ¿tú sabes quién somos nosotros?, lo mire y negué con la cabeza.
Bueno, a ver cómo te lo explico,
volvió a decirme, mientras se acomodaba en su confortable sillón de cuero y miraba de nuevo a su gran pantalla. Creo que puedo
perder diez minutos en explicártelo.
No era capaz de relajarme, no quería
estar allí, quizá fuera ese perfume tan carísimo que se gastaba, quizá esa
postura tan paternal, no lo sé, pero
sabía que era yo la que no aguantaría diez minutos más con él.
Veras, para que te hagas una idea
general somos los que movemos el cotarro. El cotarro repetí sin darme cuenta. Si, y abriendo mucho sus ojos
dijo de nuevo, el cotarro mientras se
levantaba de su lujoso sillón, quizá para enseñarme sus zapatos hechos a mano,
o porque necesitaba estirar las piernas.
Ay,ay, ay, veo que no te enteras
y no es un reproche, continuo diciendo con su eterna cara paternal, es normal, y volvió a su sillón.
Somos los que movemos los hilos,
somos los que decidimos quien gobernara o a quien derrocamos. Lo entiendes
ahora.
No, le dije alzando un poco la voz. Aquí no, decidimos
nosotros, vivimos en un país democrático, deciden los ciudadanos, vosotros no
pintáis nada aquí.
El tono que emplee no le gusto, la cara paternal desapareció, sus ojos negros
empezaron a empequeñecer y dándome la espalda y con cierta sorna dijo: Nosotros
somos los llamados grupo de presión, nuestra misión es defender los intereses de
nuestras empresas, sabemos en qué momento del proceso legislativo tenemos que
intervenir. Es cierto que para vosotros,
no existimos y la verdad que tampoco nos importa. Nuestro objetivo es seguir
acumulando poder.
Ilusa le pregunte ¿ Hablas de Lobbies?
Buena pregunta me dijo, ¿Qué
sabes tú de eso?, y saltó de nuevo de su sillón poniéndose detrás de mí.
Nerviosa le conté que había oído
hablar de los lobbies financieros, energéticos, farmacéuticos. ¿Y qué más? preguntó de nuevo.
Que no son un grupo únicamente que son muchos grupos distintos pero con
intereses similares.
Exactamente. Somos muchos y
cambiamos algunas leyes en nuestro interés. Hay veces que tenemos que recurrir
al “recuerdas cómo ganaste las pasadas
elecciones”.
Chantajeáis. No, y lanzó una
risotada. Les recordamos quien lo ha puesto ahí, nada más. Pero ¿algún día se puede dar
la vuelta a la tortilla, lo has pensado?. Es muy difícil que un político
reconozca que sufre presiones por nuestra parte, además, mientras el ser humano siga siendo egoísta,
quiera llegar a lo más arriba y crea que es él quien dirige y a nosotros nos convenga, no habrá problemas.
Tus diez minutos se han acabado. Pulsó un botón y apareció Carmen, impecablemente vestida, que me acompañó a la
salida, ofreciéndome 50 euros para que tomase un taxi atención de la casa,
dijo.
Cogí el dinero, pero no tomé el
taxi, había una boca de metro al lado, y cuando bajaba las escaleras, pensé en
esas sandalias tan bonitas, y al mismo tiempo trataba de justificarme
diciéndome, si no los hubieras cogido tú, habría venido otro que lo habría
hecho.
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