miércoles, 3 de abril de 2013

CARMINA

Hace más o menos un mes comencé a escribir la historia de Carmina, no sé si lo recordáis, aquí os dejo la segunda parte, esperando  que os guste tanto cómo la primera.

2ª PARTE

JAVIER.
Es feliz en la Aldea, después de la separación decidió pedir en el Banco el traslado a A Coruña. Desde muy joven comenzó a trabajar allí, primero como auxiliar administrativo, para pasar más tarde a oficial y terminado como responsable de una sucursal en el barrio de Salamanca. 

Javier es una persona que ha ido poco a poco subiendo peldaños, se casó muy joven con Carmina su novia de toda la vida, fue padre también muy joven y recuerda como preparaba los parciales mientras mecía la cuna de Javier (el mayor) y como apenas quince meses después vino Inés y él seguía preparando sus exámenes finales y ayudando a Carmina a cambiar pañales.

Dos años más tarde vino Pablo y fue ahí cuando flaqueo en la carrera, cansado le hablo a Carmina de dejar de estudiar, pero ella no le dejo, le ayudo, se llevaba a los niños a la calle, al parque para que él pudiera estudiar un rato a solas, le pasaba los apuntes a máquina, cuando ella acostaba a los niños, se sentaba con él y le pedía que le explicará lo que estuviera estudiando en esos momentos, pensaba que así le ayuda a memorizar y así fue como llego el día de su Licenciatura en Económicas y Ciencias Empresariales Él enmarco el Diploma de su carrera y se lo regalo a Carmina el día de su aniversario de bodas (todavía hoy, cuando lo recuerda no puede dejar de fantasear con “su” Carmina).

Recuerda también lo bien que lo pasaron ese año en las vacaciones de verano allí en la Aldea, sin estudiar, disfrutando de sus hijos de amigos y de Carmina, cómo disfrutaba de Carmina, esos paseos al atardecer, los planes a futuro, y su risa, tan contagiosa, estaba preciosa, radiante, estaba orgullosa de él, y por primera vez en su vida Javier, también se sintió orgulloso de él.

No es capaz de recordar como conoció a Carmina, eran vecinos de la aldea de toda la vida, no es capaz de recordar cómo se hicieron novios, tampoco es capaz de recordar la primera vez que la beso, pero sí que era capaz de recordar la primera vez que hicieron el amor en la “playa nudista” a pocos kilómetros de donde ellos vivían, recuerda el cuerpo de Carmina temblando debajo de él, recuerda como cerraba los ojos por la vergüenza que sentía y cómo él trataba de tranquilizarla murmurándole toda clase de palabras cariñosas y llenándole de besos por las partes de su cuerpo, un cuerpo terso, un cuerpo firme, un cuerpo virgen.

Se sorprende recordando esos instantes de intimidad mirando a su hijo Pablo mientras este le prepara un suculento plato, le mira y no puede dejar de mirarle es una fotocopia de Carmina se dice.

Javier sabe que ha llegado el momento de hablar con su hijo menor, sabe que debe hablar con él, se lo debe. Pero decide que lo hará una vez hayan finalizado de cenar, Javier siempre se ha preocupado mucho de los chicos y hasta reconoce ser algo posesivo con ellos. A él le hubiera gustado que los tres hubieran ido a la Aldea a vivir con él, pero nunca se atrevió a pedírselo, sabía que ellos, tenían unas vidas todavía por vivir, y, como en tantas ocasiones hizo caso del consejo de Carmina “dejarlos volar fuera del nido”, aunque sonríe para sus adentro y piensa “los chicos siempre están por aquí” sino es Javier, es Inés y sino Pablo, pareciera que entre los tres existiese un pacto.

Una vez concluida la deliciosa cena que Pablo había preparado, y cómo si supiera que el padre tenía algo que contarle, rompe el incomodo silencio, a bocajarro, le mira a los ojos preguntándole ¿qué pasa papá? ¿qué es lo que te preocupa tanto? 

Javier se sorprende, no esperaba que fuera él quién hablara primero, contestando con un simple “nada”, no sucede “nada”, pero Pablo es como Carmina e insiste ¿qué pasa papá? 

Javier, no aguanta su mirada, de repente siente calor, ha empezado a sudar. Se levanta de la mesa, con la escusa de ir a buscar un café. Pablo no se ha movido de la mesa, sigue mirándole y a Javier no le gusta, quiere que le deje de mirar de esa manera, aunque se encuentra vuelto de espaldas sabe que le ésta mirando, con esos ojos tan profundos, y a la vez tan tiernos. Toma aire se gira, le mira,  y finalmente sonríe “o eu bebé”, no pasa nada, no pasa absolutamente nada... ¿cómo quieres el café?.

Pablo, decide, no preguntar más, sabe, que si insiste demasiado, terminaran discutiendo y se encuentra tan a gusto que prefiere aceptar el café, sentarse cómodamente en el sillón junto a su padre y discutir por el programa que van a ver en la tele.

Mientras discuten por el programa de televisión que van a ver esa noche, Javier no deja de pensar en las preguntas que hace unos pocos minutos seu fillo le acaba de hacer, no puede dejar de pensar cómo afrontar la conversación que tiene pendiente con Pablo desde hace 5 años, una y otra vez se dice que ésta vez hablará con él, pero una y otra vez la conversación queda pendiente.

Esa noche suena el teléfono fijo de la casa, es tarde, tanto Javier como Pablo se sobresaltan y salen corriendo a la otra punta del salón a cogerlo, es mamá dice Pablo, Javier le pregunta nervioso, ¿qué pasa?, ¿le pasa algo a los chicos?, ¿le pasa algo a tu madre? Pablo le mira alzando las cejas, indicándole a la vez con la mano que espere que le dé tiempo a preguntar, pero Javier no sé resiste, le arrebata el teléfono a su hijo ¿Carmina qué pasa?...

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